Aporías sobre la defensa de la institucionalidad venezolana. El encadenamiento causal del venezolano.-


Aporías sobre la defensa de la institucionalidad venezolana. El encadenamiento causal del venezolano.-
Venezuela y su población, las familias que la conforman, los grupos sociales, colegios, universidades, asociaciones, han sufrido durante más de quince años los embates de las conductas abusivas, segregacionistas y absolutistas por parte de quién detenta el poder.
En efecto, primero el fallecido presidente fue sembrando el germen de la división entre venezolanos, estableciendo diferencias de toda índole: ricos y pobres, patriotas y antipatriotas, escuálidos y revolucionarios.
Inoculó también el germen del igualitarismo aun cuando nuestra Constitución garantiza la igualdad como valor y principio.
Luego fue de la misma forma generando los antivalores propios del populismo clientelar, del militarismo y del culto de la personalidad, sumado al socialismo real, haciendo creer que se trataba de políticas públicas; antivalores que ocasionaron la generación de una especie de creencia por parte de la población del merecimiento a la educación, comida, salud y toda clase de bienes de una manera gratuita cuando en el mundo entero las personas pagan por estos bienes y servicios, sin negar, por supuesto, la condición socioeconómica de cada persona.. Luego con el cambio de manos en el poder, pero bajo la misma égide política, estas vicisitudes se fueron multiplicando y agravando al punto de pasar a la historia como el país con el proceso hiperinflacionario más alto y sostenido jamás visto.
Todo los hechos mencionados aunado a la óptica nacional con la cual se miran los procesos sociales e individuales, esto es ponderando por encima del individuo, el interés del colectivo, dicho sea de paso solo en ciertos países con inclinaciones socialistas (de socialismo real) se observan estás situaciones.
Ahora bien el punto al cual han llegado las cosas en este momento provoca la necesidad de reflexionar.
Las instituciones están paralizadas, no logran alcanzar su objetivo; el transporte, la economía, la salud y la alimentación prácticamente no existen. Y, por si fuera poco, la postración de la dirigencia y del ciudadano es ostensible, pues no hay reacción ante el estado de cosas, o como ha ocurrido también, habiendo la reacción ha sido implacablemente callada con el costo de presos políticos, torturas, amenazas etc.
Cabe preguntarse ¿cómo y por qué se mantiene el país? Si la sociedad y sus individuos mantienen ese funcionamiento precario, en una supuesta opción por el país, ¿no estarán prolongando y en resumen apoyando las acciones que trajeron a Venezuela a este punto? Escucho a diferentes personas sosteniendo esa opción, al igual que ocurrió luego de la candidatura de Manuel Rosales; la Mesa de la Unidad democrática estableció como la única solución al problema político venezolano, la salida democrática, constitucional, pacífica y electoral y luego de 10 años todavía el país está en el mismo sitio.
Igualmente, las universidades nacionales pasan por esta situación y por el proceso al cual están sometidas, el deterioro es casi absoluto la calidad, no por hecho atribuible a sus autoridades, decrece día por día y cabe preguntarse ¿hasta dónde llegarán y cuánto tiempo tomará? ¿Cuándo se quedarán sin pupitres o pizarrones, o sin computadoras? Se observa también que se pondera la defensa de la institucionalidad como un acto casi de entrega personal, de oblación, hecho loable pero sin la certeza de qué efectos va a producir. Y en todo caso en la narrativa moderna de cualquier Estado moderno esta entrega no está presente.
La línea discursiva de la sociedad moderna está basada en el aporte de los individuos, en el alcance de logros sea en los ámbitos deportivo, científico, en la medicina pero no en el sacrificio al que se ve obligado el pueblo venezolano por causa de las acciones del régimen oprobioso.
Cabe preguntarse ¿a costa de quién o de quiénes se alarga la vida económica, social, institucional del país? Con estas acciones ¿al alargar la vida económica, social e institucional del país no se alarga también la vida del régimen? ¿No se esclaviza con este proceder al profesor universitario? Con exactitud no puede afirmarse que una conducta u otra producirán los efectos en específico que se aducen desde las diferentes posiciones. Lo que sí es seguro es que afirmar una u otra pone en evidencia distintas aporías y sostenerlas coloca a la persona en contradicción. La aporía consiste precisamente en que se le atribuya a una u otra opción validez cuando en realidad ninguna la tiene.
Atribuirle validez a una u otra oposición no es más que alimentar lo que en términos argumentativos se denomina “encadenamiento causal”, no hay razón en ninguno de ambos argumentos. De manera reciente se observan algunos artículos de opinión que están dirigidos en el sentido de atribuir al exilio venezolano determinadas obligaciones o conductas y se llega a comparar al exilio venezolano con el yugoslavo, el de la unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y con ello se establecen comparaciones absurdas. Cabe argüir que cada ser humano es diferente y cada proceso humano es diferente, puede que se busque establecer analogías entre los diferentes casos que la historia presenta, pero jamás una persona será igual a otra y cada proceso será diferente del otro. Con esto se quiere afirmar que persona y cada proceso tienen su clave para ser superados y dependerá de muchísimos factores que aplican en cada caso para poder descifrar esta clave y lograr el cambio de rumbo o de curso.
Vale también  decir que la opinión a secas, la que se emite sin asidero científico, solo como narrador omnisciente sin ancla en la sociología, en la sicología, en el derecho o en la filosofía, por nombrar sólo algunas ciencias sociales, es una opinión que no aporta, porque se hace casi estrictamente desde el ámbito empírico y vivencial inmediato. Puede que la narración de los hechos contribuya a hacerlos conscientes, a materializarlos en un orden cercano. Sin embargo es solo narración que no aporta más allá de sí misma. La opinión a secas es subjetividad pura cuando no va de la mano del proceso científico. Emitir opiniones es parte de la enfermedad cuando no forma parte de un proceso del opinante que lo integra a su entramado profesional y deviene del cultivo de la ciencia a la cual se dedica. Antes de opinar es importante estudiar. Antes de opinar es importante tomar algunos libros y profesionales que sirvan de guía en la opinión, así ella no saldrá de lo meramente subjetivo, no estará más en el campo de “yo creo”, “yo opino”, “a mí me parece”. No obstante la opinión como derecho humano puede ser manifestada y proferida en cualquier momento y lugar, la observación vale en tanto y en cuanto esta forme parte del fuero interno y no pertenezca meramente al mundo de lo sensible, de la inmediatez.
Ante todas estas ideas
1. No debe perderse de vista el instinto de conservación personal. No es verdad que el colectivo esté por encima del individuo, en razón de lo cual debe pensarse en establecer el límite en el cual comienza la opción personal.
2. Es falso que defender la institucionalidad convierta su protagonista en una persona más o menos moral. Es moral y ético optar por el sacrificio personal en beneficio del colectivo pero también lo es optar por el beneficio personal, individual o de su entorno más cercano.
3. Antes de opinar mejor es hacer, la prudencia es una virtud que en tiempos como el presente debe ser tomada en cuenta.
4. Precaución. Una acción que se considera estar en defensa de una institucionalidad en quiebra, puede que este alargando la vida del régimen.
Todo lo anterior conduce a dejar como mensaje que no hay que aceptar obligatoriamente esta y todas las situaciones, todavía queda la posibilidad de decir que no, de decir que no es aceptable. La dignidad del ser humano impela a poner un punto final a todo aquello que atente contra su esencia de ser humano


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